Un hablante utiliza una oración imperativa con el fin de que el oyente lleve a cabo una acción determinada. La modalidad imperativa comprende tanto las órdenes como los ruegos. En cualquier oración imperativa va a depender de la actitud del hablante que su voluntad sea finalmente llevada a cabo, y dicha actitud se puede manifestar como recomendación, invitación u orden directa.
Órdenes
Las órdenes se definen a partir de la posición de autoridad o superioridad que tiene el hablante con respecto al oyente. Se caracterizan por la intensidad o energía con que se pronuncian las sílabas de aquellas palabras básicas, en la expresión del mandato. El esquema melódico de las oraciones imperativas es similar al de las oraciones declarativas neutras, pero lo acompañan otros rasgos prosódicos que ayudan a reforzar la fuerza imperativa y los diversos grados de tensión o irritación del hablante: tempo rápido, elevación del tono y de la intensidad, y el uso de un registro agudo.
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Ruegos
En cambio, los ruegos reflejan una actitud de humildad, sumisión, obediencia o timidez. La realización del deseo depende especialmente de la condescendencia del oyente. Una de las características prosódicas es que el tempo es más lento que en las oraciones declarativas o imperativas. Las últimas sílabas acostumbran a presentar un alargamiento y arrastre. También el campo tonal es menos amplio y el registro tonal es más bajo.
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